Una Europa sin alma

He tenido los ojos como botas a causa de una alergia que este verano afecta a una legión de seres que tenemos los ojos delicados y no soportamos la polución y los gases venenosos que pululan por el aire.

Ni el Bañoftalm, que uso por litros, me ha procurado una visión medianamente aceptable. Pero ello no ha sido impedimento para que esté al corriente, por la radio, del lío que se trae el Gobierno con el asunto de la inmigración
Se les debería caer la cara de vergüenza, a derechas e izquierdas, al PP y al Popo, por no haber sido capaces ¡en diez años! de encontrar una solución a tan gravísimo problema.

Es admirable comprobar cómo los canarios, aunque protestan para no sufrir ese calvario por la incapacidad del gobierno para evitar las avalanchas masivas de subsaharianos que llegan a sus costas, se desviven por atender a esos muchachos, la mayoría con estudios y preparación, que se arriesgan a perder la vida para encontrar lo que consideran el paraíso.

Jesús Caldera, ministro de Trabajo, se entretiene en consideraciones, que suenan falsas, acerca de si se avisa a no se avisa a las comunidades a las que envían inmigrantes. Pero ¿queréis hacer el puñetero favor, políticos de pacotilla, de hablar con los gobiernos de Senegal, de Mali o de donde sea y llegar a un acuerdo?

Y si hay que ponerles firmes, así sea. ¿Tan difícil es, por ejemplo, concertar con esos gobiernos títere una inmigración controlada y conocer el nombre, apellidos y lugar de nacimiento de todos aquellos que salgan de sus países de origen para buscarse la vida en esta Europa desarrollada y sin alma?

Menos mal que no veo, porque aún me indignaría más.